miércoles, 7 de mayo de 2008

J

[...] La abracé cariñosamente, como si fuera un frágil objeto de cristal. Ella me rodeó el cuello con los brazos. Yo estaba desnudo, ella llevaba unas bragas blancas. Su cuerpo era hermoso. Jamás me hubiera cansado de mirarlo.

- ¿Por qué no me humedezco? -susurró Naoko-. Sólo me pasó una vez; aquel día de abril, cuando cumplí veinte años. Aquella noche en que tú me tomaste entre tus brazos. ¿Por qué no puedo? ¿Por qué?

-Es algo psicológico, se solucionará con el paso del tiempo. No hay por qué impacientarse.

-Todos mis problemas son psicológicos -reflexionó Naoko-. Si no logro estar húmeda en toda mi vida, si no puedo hacer el amor en toda mi vida, ¿me seguirás queriendo? ¿Podrás aguantar que te lo haga siempre con la mano y con la boca? ¿O piensas solucionarlo acostándote con otras mujeres?
-Soy una persona optimista -dije.
Naoko se incorporó en la cama, se pasó la camiseta por la cabeza, se puso la camisa de franela y los vaqueros. Yo también me vestí.
-Deja que lo piense -me pidió Naoko-. Y tú también piensatelo bien.
-Eso haré. Por cierto, me ha gustado mucho tu felación.
[...]
Haruki Murakami ( Tokio Blues, 1987).

Anoche me encontré con esto mientras leía antes de acostarme. Me recordó mucho a ti, Muñeco, pero yo no digo que te jodan...

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